En 2015, luego de que Christian fuera inesperadamente desvinculado de su trabajo y unas semanas llenas de incertidumbre, despertó en él un viejo anhelo, emprender y llevar a cabo un proyecto propio. Repasando sus épocas de reuniones en su paso por el mundo corporativo, recordó que a veces tenían problemas para conseguir cápsulas de café y además, luego de cada reunión observaba como cada cápsula de café terminaba en la basura y eso le despertaba una inquietud que va contra uno de sus valores, la sustentabilidad.

Su cocina se convirtió en un laboratorio donde lo que se cocinaba durante la madrugada era una idea innovadora que tenía como protagonista a cuatro máquinas Nespresso y un ingeniero con ganas de una nueva oportunidad. Después de varios intentos, estuvo a punto de abandonar ese sueño que le ocupaba todas las noches mientras su familia dormía. Pero una noche finalmente logró conseguir un diseño que ofrezca la cremosidad y presencia propia de una cápsula de café tradicional, y que se pueda usar hasta 100 veces.